La introducción de alimentos sólidos en la alimentación del bebé debe iniciarse a partir de los 5-6 meses de edad. Y éste debe ser un proceso paulatino y supervisado por el pediatra, pues es necesario mantener un orden y cumplir unos plazos, además de tener en cuenta su grado de desarrollo y su capacidad para digerir y asimilas los diferente nutrientes que se le aportan. 

También hay que tener en cuenta que el bebé no tiene dientes, por lo que, aunque se hable de alimentos sólidos, inicialmente la introducción de los mismos deberá hacerse en forma de papillas.

Para los alimentos realmente sólidos, habrá que esperar a que hayan salido los primeros dientes y que pueda cortar y masticar. Por supuesto, siempre con la precaución de que los trozos sean muy pequeños y blandos. El jamón cocido, el pan (sin corteza) o el pollo pueden ser unas buenas opciones para iniciar al niño en el arte de masticar.

Siguiendo un orden para introducir alimentos sólidos

Al principio no es necesario que coman mucho de estos nuevos alimentos. Se trata, más que nada de que el niño vaya asimilando poco a poco los nuevos sabores y texturas. Tampoco hay un calendario preestablecido, pero sí unas recomendaciones sobre el orden y el momento en que se debe hacer:
  

  • 5-6 meses: cereales sin gluten.
  • 6-8 meses: cereales con gluten, frutas y verduras. Luego las carnes, comenzando con el pollo, para continuar con la ternera y el cordero.
  • 8-10 meses: pescado.
  • 9-12 meses: legumbres.
  • 10-12 meses: huevo.
  • Más de 12 meses: leche de vaca. Los pediatras recomiendan que se mantenga hasta los 18 meses o el año la alimentación con fórmulas adaptadas de lactancia de continuación. La leche de vaca se puede empezar a introducir después de los 12 meses.

La principal recomendación no es otra que introducir los alimentos de uno en uno, dejando pasar unos días entre uno y otro, con el fin de que se pueda detectar cualquier intolerancia a uno de ellos.

Por otra parte, los plazos deben adoptarse con flexibilidad, ya que hay niños que pueden tardar más que otros en acostumbrarse a la nueva alimentación. Y ello nunca debe ser un problema.

Otra advertencia importante es la de que nunca hay que forzar a los niños para que coman. Hacerlo puede tener dos efectos diferentes. Uno, que coma en exceso y se favorezca la obesidad. El otro, que desarrolle una aversión a la comida y limite la variedad de la dieta a dos o tres alimentos.

Finalmente, hay que aprovechar el momento de introducción de los alimentos sólidos para promover en el niño el desarrollo de rutinas como el uso de la cuchara o el tenedor, así como la adquisición de buenos hábitos alimenticios, de modo que el momento de comer sea para él lo más placentero posible.

Fuente: Sanitas